Siempre queda tarea pendiente en este terreno. Ellos, los sentimientos se renuevan y empujan continuamente, no es suficiente estar alerta y reconocerlos. De alguna manera está permanentemente empujando, como las olas golpean sin descanso la costa. La diferencia estriba en qué encuentran al posar su poderío: o rompen contra la roca, o arrastran consigo la arena. ¡Qué bíblica escena!
En definitiva, todo depende de qué persona sustente y sostenga los repetidos embates. Aquellos que se dejan llevar sufrirán incansablemente, serán mareados. Aquellos asentados sobre roca, podrán incluso disfrutar el espectáculo. Hay una parábola evangélica, que siempre identificamos con realidades externas que también nos habla en términos parecidos. La de aquellos dos constructores, uno con prisas y otros sin prisas, que terminaron edificando sobre dos cimientos diferentes.
Para vivir con los propios sentimientos, que es algo deseable, sin negarlos, asumiéndolos y enriqueciéndolos, y sin dejarnos vivir por ellos perdiendo el control de la propia existencia, propongo los siguientes puntos a revisar:
- Sinceridad con lo que me ocurre. La peor maldad es la que es sibilina, que se deja entrever algunas veces pero no muestra su rostro con claridad. Y no pocas veces el ocultamiento proviene de la propia persona, y de las reacciones que supone encontrará en su entorno.
- Capacidad de decidir con criterios asentados, más allá del estado emocional en el que me encuentro. Y de sostener mis decisiones con fuerza de voluntad.
- Evitar la confusión y el engaño, que no pocas veces tienen origen en los sentimientos pasajeros y en las semillas que dejan sembradas sobre situaciones, personas, realidades.
- Facilitar la expresión de los mismos, sin quedarse en el desahogo, y ganar cada vez mayor objetividad a través del diálogo con alguna persona. En estas conversaciones, que pueden ser de diversos tipos y en distintos escenarios, no confundir el «dominio de los propios sentimientos» con la «racionalización».
- Canalizar la fuerza del sentimiento, no siempre fácil, hacia lo constructivo, deshaciendo las espirales de destrucción y autodestrucción negativas. Sublimar puede ser un buen principio, aunque no se sostiene nadie si no es en la verdad de las motivaciones internas. «Dejarse llevar por el corazón» es una expresión maravillosa cuando el corazón no está herido, no ha sufrido, y es inocente. Sabemos, sin embargo, que no siempre es lo mejor que puedo hacer en la vida.