La verdad, no sé por dónde empezar.
Quizá sea la mejor manera de reflejar la inseguridad, no saber qué hacer, ni cómo hacer, ni hacia dónde tirar. En principio da igual lo que provoque inseguridad, lo remueve todo absolutamente. Por todos los lados, como si se zarandease una barca y para solucionarlo nos hubiésemos puesto en pie intentando manejar la situación. Al revés de lo que queremos, terminamos zarandeando aún más la barca. El miedo lo llena todo, es poderoso en sus expresiones. Y lo que en otras ocasiones pudiera ser tratado como un simple comentario, una palabra, un gesto, un detalle… se enaltece como la niebla impidiendo ver. Esto es inseguridad.
Puede parecer que estemos «seguros», porque nos movemos con más fuerza en la barca. No es verdad. No es cierto. No podemos engañarnos a nosotros mismos. Manejar estas situaciones es complejo, complicado, difícil y arduo, obtuso, liante, enredado, trabajoso… Todo se mueve así, a este ritmo y a esta velocidad. Y sigue moviéndose más fuerte, a ritmo de nuestra inseguridad.
Ante esta cuestión. Sólo una posibilidad: tener claro que todo pasa, que el tiempo oportuno llegará y lo que ahora nos parece «un mundo» podrá convertirse a la vuelta de la esquina en una experiencia de la que aprender con sentido, pero ya mirado desde la playa. Hasta entonces… tranquilidad al máximo, buscar refugio oportuno, aprender a reirse, no creer que es el final y no dejar que, la inseguridad y sus secuaces, nos cambien el rumbo de la vida.
Hasta entonces, ánimo.