¿Dios guía todas las cosas?


“En cuanto a nuestro asunto hemos de creer que Dios guía todas las cosas para mayor gloria suya y bien nuestro, si bien nosotros, como débiles y cortos en sus cosas, algunas veces tenemos por adverso aquello que nos es útil y por conveniente aquello que nos es contrario, pero dejemos guiar la barca a su Divina Majestad y aceptemos de su santísima mano todo lo que nos suceda.”

EP 1673, 30 de agosto de 1631

  1. Está claro que nos equivocamos muchas veces.  ¿Quién no ha sido sorprendido más de cien veces por algún imprevisto maravilloso que no entraba ni en sus cuentas ni cálculos? ¿Quién no ha preparado más de diez veces algo estupendo que terminó siendo un fracaso? De nuestros errores tenemos sobradas cuentas. No existe nadie a quien todo le vaya bien. Como también es cierto que no somos unos necios en todo, que hacemos cosas estupendas. Si lees esta carta de Calasanz sin pasión por lo que llevas en tus manos, o creyendo que no vales para nada… es probable que encuentres un maravilloso refuerzo para seguir como estás. Y no se trata de eso. Calasanz es una persona inteligente, comprometida. A estas alturas de su vida había quemado ya las naves y se ha puesto en marcha tras los pasos de Jesús. No escribe un necio que no es consciente de lo que lleva entre manos.
  2. Sin pasividades, ni pesimismos. La carta es un llamada a la fe y a la confianza. Dos realidades que, lejos de ser pasivas, son muy activas. Calasanz dice: “Hemos de creer que Dios guía todas las cosas…” ¿Hiperbólico? ¿Exagerado? ¿Inconsciente? ¿Pasivo? ¡En absoluto! Lo dice desde el más grande de los compromisos, habla desde su propia consagración y misión. Y además, en primera persona, de forma comunitaria, unida.
  3. Sobrepasado, eso sí. Algo similar a entregar todo y ver que no llegas. Parecido a ir a comprar un tesoro, poner toda la riqueza que llevas sobre la mesa y darte cuenta de que todavía falta mucho más para poder adquirirlo. Dios siempre sobrepasa, ¡eso sí! A Dios no se le agota, ¡eso sí! Y el Reino es más que cualquier esfuerzo que hagamos, ¡también! Pero atención, cuando para muchos termina la tarea, Calasanz empieza. Empezar en un barco nuevo. No en el de las propias fuerzas, los propios sueños y deseos, las grandes ilusiones, sino en el barco del Señor.
  4. Dejar a Dios… Con eso lo dice todo. Nos invita a ver lo que parece negativo de forma positiva. ¿Quién no quisiera eso realmente, afrontándolo con libertad y sin querer engañarse? Y también a no ver tan positivas algunas otras que de ese modo tan sutil terminan engañándonos y llevándonos por donde no queríamos. ¿Quién no desearía sortear esas trampas tan frecuentes? Me parece que una clave fundamental es sentirse parte de la barca, encontrarse participando en la vida del grupo, de la comunidad de creyentes, de la Iglesia, y no fuera de ella. Dentro, y entre todos, es mucho más fácil escuchar la voz del Espíritu que se dice en cada corazón. Estar con el hermano, cuando hay amor y verdad, no pocas veces es absolutamente revelador, y nos cuenta la voluntad del Padre que queremos (o no) escuchar. Dejar a Dios no es algo tan espiritual y solitario como se cuenta; también se encarna en la comunidad, en su vida y misión, en su oración y diálogo.
  5. Aceptar de su mano lo que nos suceda. De nuevo Calasanz llama al compromiso con fuerza. Nuestra voluntad entra en juego, nuestros quereres y deseos, tanto para creer como para aceptar. La razón puede ser importante, pero puesta en el primer camino no hay quien pueda vivir. Y si los sentimientos dominan a la persona, vamos y venimos, saltamos o andamos al vaivén de cualquier cosa y sin criterio alguno por el mundo. El dominio de sí, el propio conocimiento, son herramientas en este camino para luego aceptar y creer con mayor fuerza.

1 comentario en “¿Dios guía todas las cosas?

  1. ¿ existe el mal ?

    Un profesor Universitario desafió a sus alumnos con esta pregunta.
    – «¿Dios creó todo lo que existe?»

    Un estudiante contestó valiente: – Sí, lo hizo.

    – ¿Dios creó todo?

    – Sí …. señor, respondió el joven.

    El profesor contestó, «Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que nuestras obras son
    un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo».

    El estudiante se quedó callado ante tal respuesta, y el profesor feliz se
    jactaba de haber probado una vez más que la fe era un mito.

    Otro estudiante levantó su mano y dijo: -¿Puedo hacer una pregunta,
    profesor?
    – Por supuesto, respondió el profesor.
    El joven se puso de pie y preguntó: -¿Profesor, existe el frío?

    – ¿Qué pregunta es ésa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?

    El muchacho respondió: – De hecho señor, el frío no existe. Según las
    leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de
    calor. «Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o
    transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de
    calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor».
    Y, ¿existe la oscuridad? Continuó el estudiante.

    El profesor respondió: – Por supuesto.

    El estudiante contestó: – Nuevamente se equivoca, señor. La oscuridad
    tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para
    descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta,
    con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de
    luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de
    luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base
    en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.

    Finalmente, el joven preguntó al profesor: – Señor, ¿existe el mal?

    El profesor respondió: – Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.

    A lo que el estudiante respondió: – El mal no existe, señor, o al menos no existe por si mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para
    describir esa ausencia de Dios. Dios no creó al mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es
    como resulta el frío cuando no hay calor o la oscuridad cuando no hay luz.

    Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado.

    EL JOVEN SE LLAMABA ALBERT EINSTEIN.

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