Un regalo para los demás


Lo olvidamos. ¡Tienes toda la razón! Estamos en nuestro derecho de olvidarnos, porque la perfección no está a nuestro alcance de cualquier modo, como también las grandes verdades parecen huir de vez en cuando de nuestra cabeza y corazón, o tardan en ser desveladas. Pero junto al derecho, está el deber. Y también gozamos del privilegio de recordárnoslo. Quizá con voz tímida y bajita, como quien dice algo que le provoca vergüenza, o como si lo mejor fuera esconder este sentimiento tan precioso. Quizá al modo de aquellos a los que les gusta pasar siempre desapercibidos, o con la más grande de las sencilleces posibles. Te hablo de que toda persona está en disposición de decir, sin mentir y sin engaño: «Soy un regalo para los demás.»

Algunas veces creemos que -algunas veces- los demás son un regalo para nosotros. ¡Algunas veces! Incluso llega a parecernos «mejor» pensar que los otros, que nos rodean y nos quieren, han recibido un don especial y genuino del que disfrutamos. ¡Ellos, los magníficos! ¡Nosotros, agraciados por la vida que nos supo poner a su lado! Y, aun reconociendo la necesidad de agradecimiento, intuyo que algunas veces -sólo algunas veces- podemos acogotarnos, escondernos, agazaparnos y desresponsabilizarnos de nosotros mismos al no atisbar que compartirmos esa misma esencia. Y olvidamos de este modo, por vía de la comodidad y de la falsa humildad, que somos un regalo para los demás, o podemos llegar a serlo y debemos empeñarnos en ello y pedir ayuda cada día para que se cumpla.

Si alguien dice que «él es un regalo para el mundo» parece incurrir en el peor de los orgullos, en la maldad más grande, y amenaza convertirse en un prepotente redomado. ¡Qué injusto me parece esto! Si dijera, «soy el regalo para el mundo», y con eso pensase que sólo él y quisiera convertirse en «el salvador de todos», ¡lo entendería! Pero en alguien que reconoce con humildad y sencillez que su vida puede entregarse al modo como un regalo se entrega… ¿no sé por qué tendríamos que reprocharle algo en lugar de aplaudirle y festejar con él por su descubrimiento? Pero el mundo, nuestro mundo y nuestras relaciones, no pocas veces ciegan y envuelven la belleza con trapos sucios y feos.

Si tuviese que pensar, brevemente, qué es un regalo diría que es lo siguiente:

  1. Un regalo, por definición, siempre se abre entre el misterio y la expectación; nunca de cualquier modo. Como si tuviera un tiempo propio, momento adecuado, y crease el «ya» con su presencia. Misterio que se desvela, e intención que se reconoce. Un misterio que ha sido pensado, que piensa, y que te dice quién eres, cómo te ve, qué aguardan de ti, cuál es tu lugar en el mundo.
  2. Un regalo porta más de lo que se ve; y en el momento en que se desvela todavía tiene mucho recorrido por hacer, sin que sepamos a dónde nos llevará finalmente o hasta dónde nos acompañará en el camino.
  3. Un regalo siempre reclama ser aceptado, y acertar en aquello que hace ilusión verdaderamente; lejos, por lo tanto, de querer caer en el vacío, la nada o el sinsentido. Reclama atención, llama a la puerta. Y también te permite dejarlo arrinconado hasta más tarde, hasta luego, o hasta nunca.
  4. Un regalo siempre se da; nunca se toma por la propia mano, ni se puede exigir. O lo que es lo mismo, por mucha «cosa» que sea, por mucha «reducción» que comporte, participa en la entrega de la libertad y la gratuidad de lo humano. Un regalo nunca puede decaer hasta el extremo de «una cosa» sin dejar de ser regalo.

Este post, con su inocencia y sencillez, lo agradezco a tres personitas que hoy me han abierto los ojos para poder escribirlo. Me han hecho sentirme así. Darme cuenta de esta verdad tan grande. Grande en la medida de la grandeza de Dios, que vive en mí. Y me han animado a que lo escriba sin pensar mucho. ¡Claro que soy un regalo! Y te digo aún más, ¡tú también lo eres! Creo que, en parte, mi regalo trata de esto precisamente, de ir por el mundo pregonando una humanidad nueva algunas veces -sólo algunas veces- terriblemente escondida aunque presente. ¡Tú eres un regalo! Te lo digo yo. Atrévete a vivirlo. Ganarás libertad. Andarás más «desenvuelto» por el mundo. Abrirás tu riquza y la compartirás. Festejarás, con unos y con otros, porque donde estés habrá motivos para celebrar algo. Amar, como vocación última, en todo momento de la vida, tendrá sentido. No cansará, ni te cansará. Callarás lo feo y desdichado, porque tendrá voz la luz que brilla en ti, aunque se ilumine enfocando habitualmente a otros. Y te reirás mucho, te lo aseguro. Déjame que comparta el regalo que soy contigo: «¡Tú eres un regalo! ¡Nunca lo olvides! ¡No dejes que lo roben! ¡Entrégalo!»

1 comentario en “Un regalo para los demás

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