Introducción
Actualmente esta es la invocación que realizamos al comenzar. Todo junto. Casi sin parar o pensar, y muchas veces ni siquiera lo decimos porque el cura, o el catequista, o quien da la señal de comenzar lo usa como forma de empezar y de que todos se enganchen. Sin embargo, aquí está la clave del resto. No se puede orar con Jesús estas palabras sin acercarnos antes al Hijo. Él es quien, en última instancia, está invocando, llamando, dialogando desde la eternidad en una comunicación íntima de todo, en una relación de amor, con el Padre. ¿Quién hace esta oración en el Evangelio? ¿Acaso es alguno de los discípulos? Los dos evangelistas se han cuidado mucho de poner sólo en labios de Jesús la palabra “Padre”. El resto de los discípulos sólo pueden decirlo si es Jesús quien reza con ellos, si es su Espíritu quien habita en su corazón (cf. Rom 8,15)