Que estás en los cielos – Padrenuestro – 4


 

Introducción

Actualmente esta es la invocación que realizamos al comenzar. Todo junto. Casi sin parar o pensar, y muchas veces ni siquiera lo decimos porque el cura, o el catequista, o quien da la señal de comenzar lo usa como forma de empezar y de que todos se enganchen. Sin embargo, aquí está la clave del resto. No se puede orar con Jesús estas palabras sin acercarnos antes al Hijo. Él es quien, en última instancia, está invocando, llamando, dialogando desde la eternidad en una comunicación íntima de todo, en una relación de amor, con el Padre. ¿Quién hace esta oración en el Evangelio? ¿Acaso es alguno de los discípulos? Los dos evangelistas se han cuidado mucho de poner sólo en labios de Jesús la palabra “Padre”. El resto de los discípulos sólo pueden decirlo si es Jesús quien reza con ellos, si es su Espíritu quien habita en su corazón (cf. Rom 8,15)

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Los dos textos – Padrenuestro – 3


Tiene que ser, como dicho antes, escuchada. No leída, no sabida. Vamos a buscar aquella veta de novedad que nos facilite ser, de nuevo, discípulos a los pies del Maestro Jesús. Para esto ¡qué mejor que celebrar los dos textos donde aparece! Toda la Iglesia, desde el comienzo, ha vivido que Jesús se hace presente dialogante, como Profeta, como Maestro, cuando se proclamaba el Evangelio estando la comunidad reunida. ¡Esta era la oración en común! Sigue leyendo

No son mis palabras – Padrenuestro – 2


Dicho lo anterior, y bien situados, vamos a dedicar unos pequeños momentos a esta oración de Jesús. ¡De Jesús, sí! Porque nuevamente podemos deducir nuevamente que estas palabras nos preceden y que continuarán existiendo cuando nosotros ya no estemos en este mundo. ¡Quizá estas palabras nos superen radicalmente! Cuando pienso estas cosas me doy cuenta de que esta oración, como la inmensa mayoría de las que guardo, ¡no son mías! Sigue leyendo

Encuentros sorprendentes – Padrenuestro – 1


Quien se retira de vez en cuando puede llevarse más de una sorpresa. Por un lado puede “sorprenderse” a sí mismo enfrascado en una vida que no ha sido totalmente elegida, querida, deseada, pensada. Sin embargo, un retiro no puede ser el momento en el que yo piense mi vida y vea qué tal va. Esto no lo debería hacer en momentos especiales, sino en cada instante y en cada decisión. ¿Decido mi vida en los retiros o en la calle, en mi casa, en mi trabajo, en mis amistades? En un retiro no puedo decidir mi vida, porque no tengo capacidad para hacerlo. De nada serviría un montón de buenos propósitos en “este lugar apartado” sin que se note en lo cotidiano. Sigue leyendo