Me han traído -y he querido venir- a un lugar apartado de la sierra de Madrid para hacer una experiencia de formación y fraternidad durante tres días. Ambos objetivos me parecen fundamentales, dicho sea de paso. No me retiro sin más a la soledad, sino a una soledad cargada de amistad, de hermanos, de acompañantes y compañeros de camino. Y me parece que esto de «retirarse» es una excelente metáfora para muchas cosas que necesitamos en el día a día, y plantea al mismo tiempo un sinfín de interrogantes y cuestiones excelentes para saber dónde tenemos el corazón y qué es lo más importante y nuclear de nuestra vida.
Empiezo por las preguntas.
- ¿Qué me llevo? Esto de hacer la mochila es algo en lo que tengo práctica, y continúo cayendo en los mismos errores de siempre. Cuando termino siempre me digo a mí mismo que me llevo demasiadas cosas, que seguramente la mitad sean inútiles. Y la vocecilla interior me dice una vez más: «adelante, es por si acaso.» Los «por si acaso» no han llegado todavía y yo reproduzco un patrón.
- ¿Qué he dejado? Por eso es más relevante saber qué he sido capaz de dejar, y cuántas cosas de lo cotidiano están ahí por estar pero son absolutamente prescindibles. Reconozco que después de cada viaje, a la vuelta, de algo me desprendo porque me doy cuenta de que no es, para nada, algo importante, ni útil, ni significativo en mi vida. Que lo conservo, por conservar sin más. Y cuando lo entrego me siento un poco más libre, en tanto que menos atado.
- ¿Con quién estaré? Siempre está esta cuestión de fondo. Esta vez conozco de antemano a las personas con las que iba a pasar los días. Al menos a la mayoría. Y por otro lado vengo con la ingenuidad necesaria para estar abierto a redescubrir, a la novedad, al diálogo que profundice la amistad. No es la primera vez que creía conocer a alguien y al terminar estos días me regreso a mi casa con la sensación de haber hecho un nuevo hermano y amigo. Y por otro lado la pregunta se me hace clara en otro aspecto de mi vida: sé que voy a estar más cerca de Dios, o al menos con mayor presencia. Vengo a encontrarme con Cristo Jesús de forma que nuestra relación se haga cada vez más humana y más divina, más cercana y más consagrada. Éste es un misterio que me planteo muchas veces: ¿Por qué lo vivo con tanta necesidad aún sabiendo que está en lo más pequeño y cotidiano? Quizá es porque aquí tenemos más tiempo de proximidad, quizá porque en el retiro se hacen más evidentes las inquietudes e inclinaciones del corazón, también las más profundas que empujan a la santidad, al amor primero, a la libertad más radical.
- ¿Me basto a mí mismo? No me gusta estar solo, y disfruto al mismo tiempo de mi cuarto. La soledad tiene ese punto, que me recuerda al Génesis, donde descubro que la comunidad es fundamental y clave, que las personas que me rodean no son meros rostros, trabajadores o alumnos, compañeros o catequistas, gente sin más y en general. Salir de la propia tierra, como de la propia casa, es revalorizar lo que en lo más diario y sencillo hacen posible por ti otras personas. Al menos en mi caso. La respuesta a esta pregunta la tengo clara: ¡No! Y venir a un retiro me devuelve la lucidez del amor, de la entrega y de la satisfacción por compartir mi vida diaria.
- ¿Me aburriré? ¡Seguro que no! Como buen joven, esta pregunta no es absurda en nuestra generación, acostumbrada a tener varias posibilidades que apaguen nuestra sed de cosas constantemente, de tareas y de actividades. Nos alejamos del aburrimiento como si fuera el peor de los demonios. Y el aburrimiento parece reclamarnos tiempo como si fuera buen amigo. Sin embargo, cuando vengo de retiro no me aburro en absoluto. El retorno a las fuentes, a los orígenes, a la escucha, a la meditación y a la atención y contemplación de la realidad de otra manera no es aburrido ni mucho menos. Quien se haya escuchado a sí mismo alguna vez, lo sabe bien. Y quien además tiene el gozo de la fe para escuchar y buscar la voluntad de Dios, sabe lo agitado que es.
- ¿Cuánto hay en mi vida que me tiene atrapado? Claro, porque liberarse de un horario cómodo y seguro es exponerse a la incerteza de lo que nos encontraremos. Destruir las rutinas es una gozosa bendición que nos devuelve a la vida de otra manera. Y lo primero que nos salen son los ticks y las costumbres en todos los aspectos: lo que hago en el comedor, lo que hago en los tiempos de descanso, lo que hago en la habitación, las facilidades de las que dispongo… Simplemente el hecho de estar en casa ajena comporta clarividencias para quien quiera estar despierto y atender a sus manías y dejes habituales.
- ¿Soy imprescindible? Evidentemente, si me he venido es porque «no soy imprescindible», aunque sí crea de corazón que las cosas no serían lo mismo si no estuviese. No en plan egocéntrico, sino porque todos, de hecho todo, somos importantes en nuestra vida cotidiana. Queda ese puntito, en forma de interrogante, que me pregunta qué es lo que estoy aportando en los lugares donde vivo, donde estoy, donde trabajo… Si todo sigue igual, como si nada, quizá tenga que seguir haciéndome preguntas. Si nadie te echa de menos, ¡qué duro! Si incluso va mejor… ¡malo! Somos imprescindibles de una manera evangélica cuando el Señor nos envía. Y esto hay que descubrirlo, aceptarlo y sentir la responsabilidad que trae pareja.
- ¿Qué quiero descubrir? Porque si estoy aquí, algo del futuro y para el futuro tendré que sincerar, reconciliar o hacer crecer. Es hermoso saber que tras un retiro sigue existiendo vida, más vida y vida en abundancia. Que lo que vamos a vivir aquí es como un inicio que nuevamente no termina, un empujón sincero y amable, como el que Pedro recibe del Señor cuando le pide echar de nuevo la barca al mar y pescar pese a que no recogió nada esa misma noche de faena. Algo querré, no sólo querrán para mí. Y en esta diferencia está si entro o no con voluntad propia en estos días, o si siento que simplemente respondo a una convocatoria hecha por los demás. Otros pueden haberlo organizado todo, pero… ¿quiero o no quiero? Y si quiero, ¿qué me mueve, qué deseo, qué busco?
Y ahora continúo con las metáforas, que no voy a explicar:
- Retirarse es ganar en objetividad.
- Retirarse es descansar del frenético ruido.
- Retirarse es frenar.
- Retirarse es encontrarse a uno mismo.
- Retirarse es dejar que Dios nos encuentre.
- Retirarse es renovar, es novedad.
- Retirarse es reconciliarse con lo único que merece la pena.
- Retirarse es ganar en presencia.
- Retirarse es soledad.
- Retirarse es la oportunidad para sentirse siempre acompañado, incluso lejos.
- Retirarse es detener el tiempo.
- Retirarse es encender una vela.
- Retirarse es buscar y preguntarse qué busco.
- Retirarse es escuchar y desconectar de la vida de otros.
- Retirarse es vivir de otra manera.
- Retirarse es ahondar, profundizar, escavar.
- Retirarse es mirarse en un espejo.
- Retirarse es el tiempo de la verdad.
- Retirarse es despojarse.
- Retirarse es entrar en lo más sagrado.
- Retirarse es entregar lo más sagrado.
- Retirarse es consagrarse.
- Retirarse es priorizar, prescindir y aferrarse.
- Retirarse es una forma de amar, y de purificar el amor.
- Retirarse es gozar de lo más Grande.